lunes, 23 de marzo de 2015

La importancia de las etiquetas de precios en los comercios físicos

No hay que olvidar la manera en que el precio se muestra o no lo hace, ya que da mucha información. Por ello, hoy os hablamos de la importancia de las etiquetas de precios en las tiendas.
Partimos de la premisa básica de que los comercios deben indicar el valor económico de sus productostanto en el interior del establecimiento como en el escaparate. Mala estrategia de marketing practican las tiendas que deciden prescindir de las etiquetas de los precios en sus escaparates, con la intención de que los viandantes entren atraídos por la curiosidad. Normalmente, la realidad es otra: los posibles consumidores desconfían de la marca cuando no les da la información básica precisa, como la del precio. Ése será el peor resultado posible.
La manera en la que se presenta estos precios, también ayudan a dar valor tanto al producto como a la marca. Puede ser en la misma prenda u objeto, siempre q no se estropee. Pueden ser etiquetas de cartón con toques vintage. Si te gusta el diy puedes lanzarte a la piscina y hacerlas tú mism@ o bien comprarlas ya hechas.
También está la opción de incluir el precio fuera del producto, en un soporte: el típico de metacrilato; un cartel bien decorado y llamativo o con números encajables, perfecto para productos de artesanía o joyería.
Las etiquetas revelan el precio de vuestros productos pero el diseño y colocación que les deis a éstos pueden aportar información muy significativa al consumidor sobre el tipo de precios de la firma. ElEconomista.es apunta a algunos pequeños trucos que pueden seros de utilidad según la identidad de vuestra marca y los precios en los que se mueva. Los colores llamativos y las tipografías grandes transmiten sensación de precios bajos, mientras que los colores neutros y los carteles reducidos dan imagen de mayor exclusividad. A esto, también, puede contribuir colocar pocos productos, por ejemplo, en el escaparate, al contrario de la acumulación, que da mayor sensación de comercio asequible.
Separar bien los productos que están en promoción, por tanto que tienen un precio menor, es una estrategia que servirá al consumidor para distinguir visualmente los objetos a mejor precio. La luz también es un recurso que puede resaltar esto antes, incluso, de que el visitante lea las etiquetas.
El precio que un comercio pone a sus productos es la señal infalible del valor que le da el propio pequeño comercio a sus productos que, como apunta Infoautónomos, no es aconsejable que entren en una guerra de precios, de la que es posible que no salgan reforzados. Mucho menos de cara al comprador. Entender el mercado objetivo, la ventaja competitiva y el valor diferencial que ofrecéis con su producto, así como a la competencia y la experiencia de compra son puntos esenciales para fijar los precios de vuestros productos.
Cuando es época de rebajas, una de las obligaciones que tienen los comercios es mostrar, en sus etiquetas, el precio anterior a la rebaja, como recuerda la OCU.
Como veis, la importancia de las etiquetas de precios y todo los que rodea a éstos es algo que debéis tener muy en cuenta porque vuestros consumidores también lo hacen.

Los 12 mercados cubiertos más bonitos de Europa

Los 12 mercados cubiertos más bonitos de Europa
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Desde Rotterdam a Estambul, pasando por Barcelona y Berlín: los mercados cubiertos son preciosos… y un placer para el paladar.
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Especias, chocolate, pan recién horneado, té, delicias para todos los paladares, fruta de temporada, delicatesen de alta pastelería, hamburguesas y pollo frito, queso y vinos excelentes… Podríamos no parar nunca. Date una vuelta por un mercado cubierto cuando estés visitando alguna ciudad, a poder ser a la hora del desayuno, la comida o la merienda. Así saciarás el hambre en un entorno más que bonito. Estos son los mercados cubiertos más bonitos de toda Europa que Skyscanner ha seleccionado para ti. Cruzar su umbral siempre te dejará con ganas de más.

Si nos quieres recomendar alguno que no está en la lista déjanos un comentario y háznoslo saber. ¡Buen provecho!


1. Markthal, Róterdam

¿Por dónde empezar a describir la increíble experiencia que es pasear a cualquier hora por el bellísimoMarkthal, el corazón pulsante de la ciudad holandesa? Podríamos hablar de su estructura, un arco altísimo y de colores que deja ver el cielo y acoge a 228 apartamentos con vistas a la plaza. Debajo  hay un centenar de paradas que venden especialidades gastronómicas fresquísimas y únicas, todas tan buenas que elegir una te costará horrores. Y también hay que mencionar el estupendo restaurante del primer piso, el supermercado que está bajo tierra, la escuela de cocina, los miles de personas que cada día acuden a esta meca de la gastronomía. Pero mejor dejamos de hablar. ¡Ve a descubrirlo por ti mismo!
© Tom Roeleveld / Flickr
© Tom Roeleveld / Flickr


2. Nagycsarnok, Budapest

Nacido como mercado de frutas y verduras a finales del siglo XIX, hoy esta espléndida estructura metálica acoge el mercado más grande y más antiguo de Hungría. Años más tarde este castillo de las gastronomía (tiene más de 10.000 metros cuadrados) fue dañado durante la II Guerra Mundial. Pero la reconstrucción en el año de su centenario le ha devuelto su antiguo esplendor a esta estructura de hierro y cristal. Tanto es así que hoy el mercado central de Budapest es una atracción imprescindible para cualquiera que visite Budapest. Rebusca entre todas las especialidades locales y ve a la caza de algún recuerdo sabroso.
© Blake Lennon / Flickr
© Blake Lennon / Flickr


3. La Boquería, Barcelona

España es tierra de mercados, eso es algo indudable. El más mágico es seguramente La Boquería, nacido como una extensión dedicada a la carne de otro mercado de la ciudad y que fue creciendo a lo largo de los siglos (sus orígenes se remontan al siglo XV) hasta convertirse en un pequeño universo dedicado a la comida junto a la Rambla. Está lleno de paradas en las que se puede encontrar verdaderamente de todo: fruta y verdura fresca, por supuesto, pero también bebidas, carne, pescado, dulces, platos preparados, pequeños bares y un ambiente increíble. Olvídate de la dieta y atrévete a catar varios embutidos, por ejemplo.

4. Saluhall, Estocolmo

Quién habría dicho que a pesar del frío los suecos serían unos expertos de verdad en cuanto a mercados y comida callejera. Lo demuestra el hermoso Saluhall en el barrio central de Óstermalm, un verdadero templo dedicado a los productos locales e internacionales en el que podrías pasarte horas mirando, probando delicias y charlando con los propietarios de las paradas, con años de experiencia a su espalda. La estructura en sí se merece una mención de honor: desde fuera la torre de ladrillos rojos podría darte miedo, pero una vez hayas entrado te encontrarás bajo un techo de hierro forjado y cristal que alberga paradas de madera de lo más elegante. Te sentirás como en casa.
© Josep M Martí / Flickr
© Josep M Martí / Flickr


5. Mercado Central, Florencia

Construido cuando la bella Florencia era la capital de Italia, a finales del siglo XIX, el Mercado Central es el edén para los amantes del buen comer y un mercado cubierto la mar de bonito. La planta baja es el corazón latiente de la estructura, evocando los ecos del antiguo y famoso Mercado de San Lorenzo. Aquí encontrarás las mejores tiendas tradicionales con productos de calidad únicos en el mundo: pasta fresca, frituras, quesos, panes, vinos, café y muchísimo más. Hay incluso una preciosa librería y mesitas para sentarte a degustar lo que acabes de comprar. Y todo bajo la cubierta protegida del arquitecto Mengoni (el mismo de la Galería Vittorio Emmanuele en Milán, por ejemplo). ¿Qué, te animas a pasar por Florencia?
© Omid Tavallal / Flickr
© Omid Tavallal / Flickr


6. Borough Market, Londres

A la orilla del río Támesis, en el corazón de una de las ciudades más caóticas y vanguardistas del mundo, elBorough Market es una isla feliz, perfecta para recargar energías a buen resguardo de la fastidiosa lluvia londinense. Aquí la palabra más pronunciada es “multiculturalidad” y entre los puestos encontrarás una gran variedad de comida de todo el mundo: de África a los Balcanes, de la India a Tailandia, pasando naturalmente por las especialidades locales británicas. Mientras haces la compra (o curioseas) podrás entretenerte con la música callejera o demostraciones culinarias. Un festín para los ojos pero, sobre todo, para el paladar.
© Aurelien Guichard / Flickr
© Aurelien Guichard / Flickr


7. Bazar de las Especias, Estambul

Abandonamos las atmósferas grises del norte para viajar a una de las ciudades más coloridas y fragantes del Mediterráneo. Bienvenidos a Estambul, donde un paseo por el mercado se convierte en una experiencia cultural de 360 grados. El famoso y antiquísimo Bazar de las Especias (no confundir con el Gran Bazar, que muy bonito pero más turístico) está en el barrio de Eminönü, no muy lejos del Bósforo. Aquí se mezclan las paradas con saquitos de especias de colores y aromas indescriptibles con las hierbas, los frutos secos, los dulces y muchas otras maravillas que querrás probar y fotografiar. Te aconsejamos que vayas con tiempo para poder charlar con los vendedores: descubrirás historias y recetas que no están en ninguna otra guía.

8. Kauppahalli, Helsinki

Abierto en 1889, el mercado cubierto (traducción literal del finlandés Kauppahalli) de Helsinki es otro espléndido edificio de ladrillo y cristal que en su interior alberga 24 paraditas dedicadas a la buena comida y es la meta ideal para resguardarse del frío y cargar pilas a cualquier hora del día. Aquí encontrarás carne y pescado local, un café óptimo, muchísimos tipos de pan y dulces, fruta fresca, quesos e incluso productos orientales, además de una rica oferta de cocina vegetariana. Vamos, que tienen de todo y para todos los gustos.

9. Mercado de San Miguel, Madrid

Y volvemos al sur, una vez más a España. Pero ahora a la capital. Madrid ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos en esto de los mercados, tal y como demuestra el hermoso complejo de San Miguel, situado en el centro mismo de la ciudad, a tiro de piedra de la fabulosa Plaza Mayor. Construido en el año 1916 y realizado por completo en hierro, hoy es el hogar de paradas de productos enogastronómicos de alta calidad, muchos de los cuales son biológicos o tienen el certificado de excelencia. De la carne a la verdura, del yogur a la pastelería, tu boca se hará agua ante tantos platos por catar directamente en el sitio con la compañía de los alegres madrileños. Y todo regado por algunos de los mejores vinos y cervezas del panorama. Porque en España siempre es un buen momento para tomar algo con amigos.
© Grzegorz Mielczarek / Flickr
© Grzegorz Mielczarek / Flickr


10. Arminius Markthalle, Berlín

Llamarlo mercado sería quedarse corto. Los berlineses demuestran todavía hoy un gran amor por las atmósferas un poco retro y muy bohemias, y en ningún lugar mejor que en este grandísimo y espléndido edificio situado en el barrio de Moabit, en el noroeste del centro. En el Arminius Markthalle hay muchísimas paradas que venden productos frescos y platos preparados (tradicionales o no). Pero también encontrarás rincones en los que comer o tomar algo para matar el gusanillo, acomodado en sofás vintage y rodeado de mesitas de madera, plantas, lámparas de cristal y, si tienes suerte, algún concierto improvisado. ¡Berlín siempre es muy especial!
© Arminius Markthalle
© Arminius Markthalle


11. Mercado Central de Valencia, España

El Mercado Central de Valencia es impresionante y no sólo por la maravillosa cúpula de hierro y vidrio que corona esta estructura. Esta construcción de estilo modernista se empezó a construir en 1914 por Francesc Guàrdia i Vial y Alexandre Soler i March, dos arquitectos que habían trabajado en Barcelona con Domènech y Montaner. Hoy en su interior hay unas 400 paradas en las que podrás encontrar todo lo que tu paladar desee ya que es el mayor centro de Europa dedicado a los productos frescos. Pasea por esta catedral de la gastronomía y disfruta del ambiente auténtico que se respira.

12. Mercado de Colón, Valencia

En la capital valenciana no hay uno, sino dos de los mercados cubiertos más bonitos del mundo. Si el Mercado Central te dejará boquiabierto, el de Colón no hará menos. Esta joya del modernismo en ladrillo rojo, hierro y vidrio, fue restaurado por completo en 2003 y hoy es un parada imprescindible en cualquier ruta cultural o gastronómica por Valencia. Levantado entre 1916 y 1916, es Monumento Nacional y en él se aprecian las claras influencias de Antoni Gaudí i Domènech i Montaner en la obra de Francisco Mora. Si te da el hambre elMercado de Colón es ideal porque es un centro de hostelería con una horchatería tradicional, cervecerías y hasta un restaurante que conviven con una floristería y tres paradas de alimentación tradicional.

Valor, experiencia y otras percepciones


Aunque en ocasiones no lo parezca, el objetivo de un negocio es el de conseguir la satisfacción de su cliente. Y esto, que hemos escuchado tantas veces, no es fácil de conseguir, ni de definir.
Si partimos de que un cliente satisfecho es aquel que ve superadas sus expectativas, tenemos que la satisfacción sería la diferencia entre las expectativas del cliente y la experiencia vivida en el proceso de venta. Por otro lado, la experiencia tiene mucho que ver con el valor percibido por el cliente. Es decir, el cliente percibirá más valor cuantos mayores sean los beneficios asociados a su compra en relación al desembolso económico que tendrá que efectuar.
Parece, entonces, que la propuesta de valor debe construirse alrededor de los beneficios del producto y así es, pero no hay que descuidar la percepción del precio, que puede aumentar el diferencial respecto a los beneficios y, por tanto, ser decisivo en la experiencia de compra y en la satisfacción del cliente.

Percepción del precio y clases de precio

Las percepciones son algo particular de cada persona, que percibe distintas sensaciones frente a una misma situación o estímulo. Incluso una misma persona, en función de la influencia de elementos ajenos a ella, puede tener un mal día, estar cansado, tener calor, etc. y tener, por ello, una percepción distinta a la obtenida meses atrás.
En el libro “Conducta real del consumidor y marketing efectivo”, de Ildefonso Grande Esteban, se citan diez tipos de precios y se analizan sus posibles percepciones, que paso a comentar a continuación.
Precios aceptables. Son aquellos precios que, basados en el conocimiento del producto, los consumidores consideran factible para éste. Esta horquilla de precio será más amplia cuanto más conocimiento general haya del producto. Esta percepción hace que un precio demasiado bajo, o demasiado alto, provoque desconfianza en el cliente y, muy probablemente, impida su venta. 
Precios de paquete. Reciben este nombre los precios que se fijan a un paquete o lote de productos. A pesar de que desde el punto de vista del vendedor pueda parecer una buena oportunidad por el ahorro que supone, la posibilidad de venta decrecerá en función del interés individual del cliente por cada uno de los productos del lote.
Precios psicológicos. Uno de los más conocidos, trata de generar una percepción de precio más bajo al mostrar cifras más pequeñas o estratégicas y aproximadas a la decena o la centena, como 4,99€ en lugar de 5€ o 49,50 en lugar de 50€.
Precios con descuento. Se aplica a los productos cuya venta se quiere incentivar ofreciendo una variación puntual en su precio, ofreciendo precios más bajos, por ejemplo, por comprar determinada cantidad de producto, por hacerlo durante un periodo determinado o por otro motivo que el vendedor considere.
Precios reclamo. Técnica muy habitual en los hipermercados, se anuncia uno o varios productos con un precio muy bajo para atraer clientes, que luego harán el resto de sus compras en el establecimiento. Este procedimiento también trata de generar la percepción de precio competitivo al intentar sugerir que el resto de productos serán igualmente bajos.
Precios de garantía. Generalmente aplicado a servicios, se trata de precios que sólo se hacen efectivos en el caso de que se consiga un resultado determinado. Por ejemplo, una inmobiliaria que cobra su comisión solo en el caso de que consiga la venta del inmueble.
Precios de prestigio. Son aquellos precios que buscan transmitir una percepción de calidad, por lo que deben ser más altos de la media. Es el caso de ciertos servicios como la cirugía o los tratamientos de belleza y de muchas marcas consideradas premium.
Precios de atracción. También muy habitual en servicios, trata de facilitar el primer contacto con el cliente, rebajando su precio. Ejemplo de ello es la primera consulta de un especialista médico o el primer mes en una academia de idiomas.
Precio de líneas de productos. Se llama línea de productos a los distintos modelos y variaciones que un mismo fabricante o vendedor presenta de un mismo producto. En el caso de un vendedor, por ejemplo, sería la selección de planchas de distintas marcas y modelos que presenta a la venta, cuyo precio de línea quedará comprendido entre el más alto y el más bajo. Esta horquilla de precios generará distintas percepciones en función de sus valores más altos, más bajos y la diferencia entre ambos.
Precios complementarios. Se aplica a productos cuya combinación pretende que uno de ellos compense las pérdidas o el escaso margen comercial de otro. Por ejemplo, los teléfonos móviles y sus accesorios.
Como podemos observar, la percepción del precio puede variar en función de la técnica utilizada, haciendo que éste parezca más ventajoso, aumentando la relación entre los beneficios obtenidos y el desembolso efectuado. Como resultado de ello, mejorará la experiencia de compra y, finalmente, la satisfacción del cliente.
EL PAIS SEMANAL
ARTÍCULO

La caja negra de Ikea

El gigante sueco busca revolucionar de nuevo las viviendas con un doble compromiso: ser 100% sostenible antes de 2020

Marcus Engman es el máximo responsable de diseño de Ikea. / VANESSA MONTERO
La vivienda, como la sanidad o como la educación, es uno de esos asuntos fundamentales que retratan a una sociedad. Por eso Mia Lundström (1958), directora creativa de Ikea, recuerda que ellos llevan años democratizando el mobiliario doméstico. En poco más de siete décadas, el mayor fabricante de enseres domésticos del planeta (con 350 tiendas) ha ido haciéndose, y corrigiéndose, mientras crecía y para 2020 anuncia un objetivo sin precedentes: ser energéticamente independiente. Eso implica generar, o acumular, el 100% de la energía que consuman sus oficinas, tiendas y almacenes. Pero antes, para agosto de 2015, la empresa se ha comprometido a que todo el algodón que utilizan sea ecológico (de acuerdo con los parámetros de la iniciativa Better cotton, es decir: cultivado con menos agua, con menos pesticidas y con un mayor margen de beneficio para los granjeros). Hay más calendario planificado. Para 2016, toda la iluminación provendrá de bombillas led –de bajo consumo y larga vida–, y un año más tarde, todos sus productos serán, en un 98%, reciclados, reciclables o realizados con materias renovables.
Para hablar de ese futuro que ellos solo imaginan sostenible han citado a la prensa internacional en sus nuevas oficinas de Älmhult, en el sur de Suecia, en el sobrio Democratic Design Center, que ya cumple esos objetivos. Estamos en el pueblo donde, hace 71 años, Ingmar Kampradfundó la compañía vendiendo cajas de cerillas a sus vecinos. Y no es exagerado decir que la mitad de sus 9.000 habitantes trabajan hoy –directa o indirectamente– para la firma. En el hotel (Ikea, por supuesto) hay rumores de que, tras años viviendo en Suiza, el anciano, de 88 años, ha regresado al pueblo y se ha dejado barba para pasar desapercibido.
Pero nadie lleva barba entre el grupo de diseñadores y directivos que se han dado cita en el nuevo inmueble que acumula y no derrocha energía.
¿Por qué se llama Centro de Diseño Democrático? “Queremos diseñar para todos y que sea posible hacerlo durante años”, explica Lundström.
Sin sostenibilidad no hay futuro. Somos una gran empresa y necesitamos un mañana. Debemos dar ejemplo y podemos impulsar un cambio”
¿No lo hacen ya? “Queremos llegar a más gente. Mezclarnos con otras culturas, con otras maneras de producir, combinar industria y artesanía, microemprendedores con grandes productores, y a la vez queremos tener en cuenta a la población que no tiene acceso a un retrete”, afirma. Interesarse por un cliente que no tiene dinero es, ciertamente, un cambio de paradigma para esta y para cualquier empresa. La jefa de diseño está convencida de que la sostenibilidad no puede ser solo material y debe ser también social.
Ikea tiene credibilidad. Cuando hace dos años se pusieron a vender televisores de plasma, la gente confió en su marca a pesar de que no tenían experiencia en la fabricación de pantallas. Puede que animados por aquel logro, ahora se han lanzado a ensayar algo parecido con paneles solares. Desde hace un año pueden adquirirse en las 18 tiendas de Reino Unido los mismos (cerca de 700.000) que esta firma lleva tres años instalando en las cubiertas de sus almacenes. Con un precio de 4.643 euros, son los más baratos del mercado. Está claro que hacer lo sostenible accesible es la puerta para extender esa práctica. “No hay otro camino, la sostenibilidad no puede ser un lujo que solo unos pocos se puedan permitir”, explica el CEO Peter Agnefjäil (1971). Ese es el nuevo objetivo del principal proveedor de muebles del planeta, pero ¿cómo es el camino hacia la sostenibilidad?
El único entre 400 personas vestido con traje y corbata, el responsable máximo de la compañía, también retira su plato tras la comida en la gran cantina de la firma. Ese trato igualitario que a nadie parece sorprender es el que pretenden llevar hasta la sostenibilidad. Por eso Agnefjäil cuenta que, con los años, han ido añadiendo valores al ADN de la empresa. “Por encima de ofrecer novedades, queremos ser necesarios”, explica. Está convencido de que la sostenibilidad es el camino más directo para hacerse insustituibles. “Sin ella no hay futuro. Somos una gran empresa y necesitamos un mañana. Por eso pensamos que debemos dar ejemplo y que, con el tamaño que tenemos, podemos impulsar un cambio”. El peso de ser ejemplar se lo hizo sentir a este directivo un número: los 700 millones de visitantes anuales que tiene la web de Ikea. “Si cada uno de esos clientes sustituyera una bombilla incandescente por otra led, el cambio sería enorme. Y desempeñaríamos un papel importante para el mundo. No queremos vender a cualquier precio”.
Además, que un gigante empresarial fabrique productos básicos para la reconversión sostenible de los hogares y para la construcción (de paneles solares a retretes que funcionan sin agua) permite que estos lleguen a muchos más lugares del mundo. Tal vez por eso, por encima de anunciar ventas y planes de expansión, en Suecia quieren dar ejemplo, convertirse en pioneros del camino sin retorno que conduce a la sostenibilidad: la independencia energética anunciada para 2020. Agnefjäil explica que tienen 100 molinos produciendo energía eólica junto a sus almacenes y que han invertido en la construcción de 100 más.
Además de beneficio, hay que hablar de no hacer las cosas a cualquier precio. Una vida mejor para mucha gente no se puede conseguir aislado”
Pero hay más cambios. Hace poco más de una década se cuestionó internacionalmente el secretismo de Ikea al no revelar qué le permitía vender a precios tan ajustados. Desde el año 2000, como parte de un paquete de mejoras, Ikea hizo público que no solo no acepta el trabajo infantil, además colabora con Unicef y Save the Children en la educación de niños. También trabaja con WWF creando escuelas para agricultores en India y Pakistán, donde se enseña, entre otras cosas, a ahorrar agua (un 30%) y a utilizar menos pesticidas (un 50%). Así, más allá de pasar a depender de energías renovables, en Ikea anuncian más transparencia. Quieren explicar de dónde salen las cosas, cuánto cuestan y quién las hace. Quieren identificar los materiales, trazar su procedencia de bosques de tala controlada. Y cuentan con una cifra más: 1,5 billones de euros para hacer de la empresa un modelo de sostenibilidad.
Tal vez por eso, Lundström considera que ha llegado el momento de volver a lo básico: a la función. “Ikea necesita el mensaje inequívoco de lo sencillo: el cazo, el lavabo, la cuchara o la silla indispensables. Ni el capricho ni las modas pueden entrar en esa parte elemental”.
¿Insinúa que fabrican demasiados productos? ¿Cómo comunicar el objetivo de la sostenibilidad con tanta variedad barata que parece una invitación a usar y tirar?
“Es una locura pensar que porque algo cuesta poco es menos valioso. No vendemos basura. Un colador puede durar décadas. Lo mismo que los vasos. La variedad busca llegar a más gente”; el que opina ahora es Marcus Engman (1966). El actual responsable máximo del diseño de la empresa creció en Älmhult y, tras formarse en marketing y fundar su propia firma, hoy ocupa el puesto que años atrás dirigió su padre. Por entonces, él trabajaba en la tienda Ikea del pueblo –la primera de la cadena– los fines de semana. Hoy es un hombre de mundo.
También Peter Agnefjäil defiende la necesidad de servir a una gran variedad de clientes con un amplio abanico de productos: “Creemos en la sostenibilidad, no en la uniformidad”. El CEO utiliza de nuevo la palabra transparencia: “La gente tiene curiosidad por saber cómo funcionamos y hemos decidido explicarlo”. Él es el que habla de abrir la caja negra de Ikea, de contar de dónde salen las ideas.
Sin embargo, el investigador Mikael ­Ydholm (1959) sí es partidario de limitar la oferta “o de hacer todos los productos multifuncionales”, especifica. “O eso, o aprender a vivir de otra manera”. Ydholm trabaja como un antropólogo. Es el responsable del informe Life at home (Vida en casa), que compara los hábitos domésticos de ciudadanos de Bombay, Estocolmo o Nueva York. Por eso explica que a diario, antes de salir de su hogar, las oraciones de los indios ocupan al 50% de esa población, mientras que en Suecia, el tiempo empleado en buscar la ropa que no encuentran en el armario ronda los ocho minutos.
Mikael Ydholm es investigador y elabora un informe que se publica en la web de Ikea sobre trucos para ahorrar en casa. /VANESSA MONTERO
Como un Gran hermano, Ikea se ha metido en las casas de 48 familias. Los filmados no han cobrado dinero (aunque sí cheques regalo). El resultado de la investigación concluye que lo que dicen no concuerda con lo que hacen. Ydholm cuenta que dedicamos siete minutos de media a desayunar y que solo el 16% de la población hace ejercicio por la mañana. Con ese tipo de datos, él y su equipo investigan cómo serán los pisos en una década. Razona que no se puede predecir el futuro: “Hay que hacerlo”. Y pone ejemplos para preparar las casas para el cambio: “Pensamos ofrecer productos básicos a quien parte de muy poco. Hemos observado que a la gente no le gusta ni el taladro ni los clavos. Queremos poder cambiar de sitio un cuadro o un espejo sin tener que convertirse al bricolaje”.
Con su investigación colgada en Internet, está convencido de que la web de su empresa puede convertirse en una herramienta para educar sobre cómo acumular y ahorrar energía en casa. Es en esa vía de comunicación donde él ve una clave de futuro. Y el CEO Agnefjäil lo apoya defendiendo la colaboración frente a la competición. “Ese será el gran cambio. Pero no puede lograrlo nadie solo”, puntualiza Marcus Engman. De ahí que hayan decidido funcionar en abierto, con transparencia: “Al comunicar nuestras investigaciones, la gente nos aporta más datos o nos hace más críticas. Creo que debes dar para recibir”.
Poco dinero, materiales reutilizables, microproductores… En este punto, Lundström anuncia lo que todavía no puede: que Ikea va a llegar donde no ha llegado ningún fabricante de muebles, donde la gente apenas tiene una casa. Es el gran reto de la empresa. Puede parecer idealista. Pero, en parte, ese convencimiento se lo ha aportado uno de los últimos fichajes de la firma, el británico Steve Howard (1966). Este doctor en Física Medioambiental es jefe de sostenibilidad del grupo desde 2011. Él es quien, cuando lo fueron a buscar para que redactara “un plan de sostenibilidad que todo el mundo pudiera comprender”, fue tajante y propuso que, en lugar de reducir emisiones para ir cumpliendo, Ikea debía transformarse: hacerse 100% sostenible. Él fue quien hizo instalar las 700.000 placas solares, quien fue marcando los objetivos del calendario y quien propuso vender placas en las tiendas. “La sostenibilidad no puede ser una moda. Hemos decidido no poner parches”.
Mia Lundström, directora creativa de la firma. / VANESSA MONTERO
Tras siete décadas tratando de mejorar las casas, Ikea se ha propuesto mejorar el mundo por pura lógica: convertida en una de las mayores marcas globales, le quedan pocas opciones más allá de contribuir a que el planeta sobreviva. Con entusiasmo, el CEO Peter Agnefjäil razona que “ya no basta con el precio, la función, la calidad y el diseño, es básico que la existencia de un nuevo producto no empeore el mundo”.
Para la nueva etapa, Agnefjäil habla de “compartir en lugar de competir”. Explica que eran ya muchos los políticos y las ONG que “querían que, además de crecimiento y beneficio, se hablase de responsabilidad, de no hacer las cosas a cualquier precio. Una vida mejor para mucha gente no se puede conseguir solo. Ni aislado”.
La sostenibilidad empieza en el proveedor. Continúa simplificando la fabricación y el transporte. Ahí interviene el diseñador. Carl Öjerstam (1971) quiso serlo porque su madre es una de las mejores diseñadoras suecas: Kersti Sanoin Bülow, fundadora de la empresa Materia. Su primer trabajo lo produjo Ikea mientras él era estudiante. Lo habían visto en una exposición y lo contrataron. Tenía 22 años. Hoy ha ideado más de veinte productos y ha ganado dos premios de diseño Red Dot para la empresa.
Öjerstam considera que el producto que resume la voluntad de Ikea es la lámpara Lampan (2004), que se vende por menos de tres euros. La pantalla recuerda a las antiguas –“cuando vas a vender algo mucho, necesitas que la gente lo reconozca”– y sirve de embalaje ocultando el portalámparas y el pie desmontable. Total: cuatro componentes incluido un arito de sujeción y toda la normativa de seguridad cumplida. “Philippe Starck ya ha hecho dos versiones, pero, claro, a qué precios”, bromea Öjerstam.
“No hay otro camino que la sostenibilidad. Estamos todos en el mismo barco. Si se hunde el planeta, perdemos todos”, opina. “Una empresa grande no tiene futuro fuera de las energías y los materiales renovables”, insiste Engman. Así, la legendaria idea de no transportar aire y la rebaja en el transporte que provoca una reacción en cadena hasta abaratar el precio han decidido llevarla a la sostenibilidad. En eso están. En el camino quieren ser transparentes. Por eso no anuncian buenas intenciones: ponen las cartas sobre la mesa.